¿Cómo defendemos el aborto ahora?

November 8, 2018

Leela Yellesetty y Elizabeth Schulte proponen dónde debemos enfocar nuestros esfuerzos para defender los derechos reproductivos, ahora que Kavanaugh fue confirmado.

LA ADMINISTRACIÓN Trump y los republicanos lograron confirmar a Brett Kavanaugh a la Corte Suprema del país. Nos enfrentamos ahora a la realidad de una Corte Suprema llena de conservadores y a la amenaza que esto significa para los derechos de la mujer.

Gracias a la valentía de Christine Blasey Ford y de las otras mujeres que alzaron su voz para acusar a su agresor, y gracias a las decenas de miles de personas que salieron a apoyarlas — parte del creciente movimiento contra el acoso y la violencia sexuales — esta vez las denunciantes no tuvieron que soportar el escrutinio por el cual Anita Hill tuvo que pasar décadas atrás. Acusaciones como estas están finalmente siendo tomadas en serio.

Aunque no ganamos, la derecha tuvo una pelea en sus manos, con el poder de #MeToo mostrándose en las protestas en los peldaños del Capitolio, huelgas en las escuelas, ocupaciones en oficinas senatoriales y protestas frente al elite Club Yale.

El movimiento contra el acoso y la violencia sexual, pudo movilizar a gente a las calles contra la derecha, y presionar a los demócratas para que hicieran algo, incluso si éstos arrastraron sus pies.

Protesters stand up for women’s rights in Chicago

Ahora, con una mayoría conservadora en la Corte Suprema, la promesa electoral de Trump de abolir el derecho de la mujer a optar por un aborto hizo un gran avance, porque varios casos relacionados con el derecho al aborto están programados para presentarse ante la Corte.

Para muchos, lo más importante que podemos hacer para contrarrestar el avance de la derecha es votar por políticos demócratas en las elecciones, y el hecho de que Kavanaugh haya sido confirmado en la Corte es presentado como una razón urgente para este esfuerzo.

Pero la confirmación de Kavanaugh nos provee una lección aún mayor: que nuestro lado necesita crecer y fortalecerse, y para esto no podemos comprometer nuestra meta. No podemos permitir que los demócratas nos hagan ceder, como ya lo han hecho antes.


ALGUNOS ACTIVISTAS depositan sus esperanzas en la “ola azul” que podría tener en las elecciones, pero si lo demócratas triunfan está por verse. Y aún más, está por verse si podemos contar con ellos para defender nuestros derechos cuando tengan la oportunidad.

Una mirada retrospectiva nos muestra que nuestras dudas no pueden ser más justificadas que cuando se trata del derecho al aborto.

En cada elección presidencial, uno de los argumentos más repetidos a favor de votar por el candidato demócrata es la posibilidad de nominar un juez a la Corte Suprema. No importa qué otra deficiencia pueda el candidato en cuestión tener, se nos dice que elegir a un demócrata es nuestra única línea de defensa para preservar Roe v. Wade.

Como consecuencia, la mayoría de las organizaciones por los derechos de la mujer han invertido incontables millones de dólares en las campañas demócratas en las últimas décadas.

¿Qué tan bien ha funcionado esta estrategia? Sólo en la primera mitad de 2018, 11 estados aprobaron 22 nuevas restricciones al aborto, y 29 estados ahora son considerados “hostiles” o “extremadamente hostiles” al derecho al aborto, según el Instituto Guttmacher.

De hecho, el derecho al aborto pende de un hilo, pero para millones de mujeres el aborto ya es cuasi ilegal, a pesar de que 71 por ciento de los estadounidenses se opone a derrocar a Roe, según encuestas recientes.

¿Cómo llegamos aquí?


UN NUEVO documental en Netflix, Revirtiendo Roe, retrata la implacable campaña para revertir el fallo de la Corte Suprema, comenzada casi inmediatamente después de su proclamación en 1973.

Una coalición de evangélicos construyó una portentosa campaña en torno a un tema que previamente no había sido una preocupación central del voto religioso. De hecho, la película señala el destacado rol que el Servicio de Consulta Clériga, y otros grupos religiosos, tuvieron al frente de la lucha por legalizar el aborto.

Al mismo tiempo, los estrategas del Partido Republicano aprovecharon la oportunidad para cristalizar un bloque electoral en torno al tema del aborto, en el que podrían apoyarse para avanzar su, de otro modo impopular, agenda derechista. Los republicanos que previamente favorecían el derecho de la mujer a optar por un aborto, como Ronald Reagan y George HW Bush, rápidamente cambiaron su tono, como lo hizo más tarde Donald Trump.

La estrategia del movimiento contra el aborto no se basó simplemente en políticos favorables para impulsar su agenda, sino que movilizó manifestaciones masivas, piquetes y bloqueos de clínicas, y hostigamiento y violencia, incluyendo ataques terroristas en clínicas de abortos y asesinatos de doctores.

En el frente legislativo, su estrategia fue eliminar el acceso al aborto a través de una serie de restricciones, con el objetivo de acabar con la base legal de Roe vs Wade. También tuvieron éxito en reconfigurar el debate público del derecho de la mujer a controlar su propio cuerpo al hipotético derecho del feto a la vida.

El éxito de esta estrategia se pudo constatar en que a pesar de que apoyar a Kavanaugh parecía ser cada vez más un problema, los republicanos mantuvieron su apoyo por temor a alienar al voto evangélico en las elecciones de noviembre.

Esta vez, los demócratas, salieron en defensa del derecho al aborto. Pero no debemos olvidar que sólo el año pasado, los líderes del partido insistieron en que apoyar el derecho al aborto no debiera ser un litmus test para candidatos postulándose por el Partido Demócrata. Incluso el progresista Bernie Sanders argumentó entonces:

Si vamos a proteger el derecho de la mujer a optar (por un aborto), necesitaremos, al final del día, el control demócrata sobre la Cámara de Representantes y el Senado, y los gobiernos estatales de toda la nación. Y tenemos que apreciar de dónde viene la gente y hacer nuestro mejor esfuerzo para luchar por la agenda pro-opción. Pero creo que no podemos excluir a aquellos que no estén de acuerdo con nosotros en este tema.

Sin embargo, incluso por su propia disparatada lógica, no hay evidencia de que abandonando el apoyo al aborto ayude a los demócratas a ganar las elecciones. Pero este fue sólo el más reciente en una larga historia de compromisos, concesiones y traiciones demócratas cuando se trata de defender el aborto.


PARA COMENZAR, la Enmienda Hyde, aprobada en 1976 con el apoyo del presidente demócrata Jimmy Carter, prohíbe utilizar fondos federales de Medicaid en abortos, afectando duramente a las mujeres de bajos ingresos. Esta enmienda ha sido reafirmada cada año desde entonces, independientemente del partido en el poder.

Bill Clinton, quien hizo campaña para derogar la Enmienda Hyde, cada año le dio su firma presidencial. Fue bajo Clinton que los demócratas popularizaron el eslogan: “aborto seguro, legal y raro”, en un esfuerzo por buscar un “terreno común” con la derecha decidida a derogar a Roe vs Wade por completo.

Obama continuó esta tradición cuando prometió a los demócratas pro-vida defender la prohibición federal de financiar el aborto para obtener su apoyo para la Ley del Cuidado de la Salud Asequible.

A diferencia de sus contrapartes antiabortistas, el movimiento pro-opción ha aceptado estas concesiones como el precio por mantener un “asiento en la mesa” para los políticos demócrata.

Desde la década de 1980, las principales organizaciones en favor del derecho de la mujer al aborto han conscientemente cambiado el activismo de las calles por el de las urnas electorales, aceptando la lógica los demócratas de que es necesario conceder restricciones al aborto para salvarlo.

Como concluyó Lichi D’Amelio, en Socialist Worker, describiendo una campaña en Arkansas contra un proyecto de ley antiabortista, en el que los estrategas pro-opión focalizaron su debate contra del “gran gobierno” tratando de cortejar a los votantes derechistas:

Así, para evitar un proyecto de ley que prohibiría constitucionalmente el uso de fondos públicos, los partidarios del derecho al aborto terminaron argumentando contra el financiamiento público. Este parece ser un caso clásico de ganar una batalla, pero perder la guerra.

Y esto no fue un hecho aislado. La victoria en Arkansas fue vista como el modelo para “mantener Roe vs Wade“ en el futuro. Esta fue una decisión consciente de cambiar hacia una estrategia electoral dirigida a desasociar el derecho al aborto de sus orígenes emancipatorios en el movimiento de la mujer. Y significa un nuevo compromiso en cuestiones que nunca deberían haber sido negociables.


CONOCER EL récor demócrata tiene otra implicación en entender que lo que hacemos marca la diferencia en cómo defendemos el derecho al aborto.

En 1989 y 1992, la Corte Suprema escuchó dos casos, Webster vs Reproductive Health y Casey vs Planned Parenthood, en los que Roe vs Wade también estuvo en la balanza. La Corte acababa de cambiar su equilibrio con los nombramientos de George HW Bush, y muchos predecían que Casey vs Planned Parenthood, en particular, significaría el fin de Roe vs Wade, pero no fue así.

Este fragmento del sitio web de la Organización Nacional de Mujeres (NOW, por sus siglas en inglés) nos recuerda qué llevó a la Corte a hacer lo correcto en estos dos casos:

La Marcha por la Vida de Mujer de NOW, en abril de 1989, atrajo una multitud que no había sido vista en Washington desde las protestas de Vietnam de 1969 y 1971. Después de organizar unas 600,000 personas en abril, seguimos con un plantón de 350,000 ese otoño, la Movilización por la Vida de la Mujer, en el Lincoln Memorial, en noviembre 1989. Luego rompimos nuestro propio récor al reunir a 750,000 partidarios del derecho al aborto en la Marcha por la Vida de la Mujer en abril de 1992 así como otro caso amenazante, Casey vs Planned Parenthood, se cernía sobre la Corte Suprema.

Pero en la Marcha por la Vida de la Mujer de 2004, Hillary Clinton se jactó desde el escenario de que no fue necesario marchar durante los años en que su esposo fue presidente. ¡Ojalá fuera cierto!

Ahora, mientras enfrentamos otra amenaza existencial al aborto legal en los tribunales, las fuerzas necesarias para movilizar un desafío están severamente atrofiadas tras años de compromisos con una fallida estrategia electoral. Esto se vio en las fuerzas relativamente escasas que NARAL pudo movilizar en el día de acción del 26 de agosto.

Afortunadamente, hemos visto prometedoras señales de un renovado activismo en torno al derecho al aborto en los últimos años, incluidas las vibrantes defensas de clínicas en muchas ciudades, y Shout Your Abortion y otras campañas destinadas a poner las voces y experiencias de las mujeres al centro del debate sobre el aborto.

Las redes #MeToo construidas para protestar la nominación de Kavanaugh pueden ser la base para enfrentar a los que se oponen a los derechos de la mujer, trabajando por organizar a todas las personas que se horrorizaron por su confirmación.

Estas campañas se construyen en un momento en que la oportunidad de vincular la lucha por el derecho al aborto a un movimiento más amplio para la liberación de la mujer, y contra todos los ataques de la derecha contra la clase obrera y los oprimidos, no podría ser mayor.

Pero si algo queda claro, es que no podemos permitirnos esperar a que el Partido Demócrata lo haga por nosotros.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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