Tomando libertades

June 3, 2013

El discurso de Obama sobre la "guerra contra el terror" fue aclamado por sus partidarios liberales como un cambio de rumbo, pero acción hablan más fuerte que sus palabras.

DETENCIÓN INDEFINIDA en Guantánamo, ahogo simulado, tribunales militares, espionaje telefónico sin orden judicial y vengativas calumnias contra opositores políticos.

Para los millones de personas que llegaron a despreciar al gobierno de George W. Bush, estas prácticas ejemplifican la hegemonía republicana de la era de la "guerra contra del terror", y son los símbolos de arrogancia, velo y crueldad de una Casa Blanca que claramente se consideró por encima de la ley.

En la campaña electoral de 2008, Barack Obama prometió un curso diferente, si no en todos los temas, al menos en aquellos que en los demócratas aseguraban diferir fundamentalmente de los republicanos, como en las libertades civiles y los derechos humanos. Después de todo, Obama fue una vez un profesor de derecho constitucional.

Pero eso fue entonces y esto es ahora. En sus más de cuatro años, la administración demócrata ha casi por completo seguido las políticas "anti-terroristas" de su predecesora, con Obama dándoles una cara más aceptable, como con su discurso de la semana pasada en el que se comprometió imponer algunos límites, después de más de una década de la inacabable "guerra contra el terror."

President Obama in the Oval Office

Los liberales recibieron el discurso como evidencia de que Obama finalmente "haría lo correcto". Sin embargo, sus acciones hablan más que sus palabras. Obama ha mantenido e incluso intensificado las políticas de Bush, como la detención indefinida, la vigilancia sin orden judicial, el enjuiciamiento de aquellos denunciando los abusos, e incluso el asesinato de ciudadanos estadounidenses. Ningún discurso puede borrar este historial.

En estas semanas, la administración ha estado bajo escrutinio por a una serie de escándalos, de la cacería del Departamento de Justicia contra periodistas que han reportado información fugada del gobierno, a las acusaciones de que el IRS discriminó contra grupos alineados con la derecha.

Los medios deben reportar los abusos de poder cometidos en nombre de la "guerra contra el terror" y este tipo de escándalos, pero incluso las controversias que llegan a la primera plana confirman, guste o no a los partidarios liberales del presidente, que Barack Obama ha puesto un sello Democrático de aprobación a la mentira, el espionaje y la expansión de los poderes del Estado.


EN ESTA primavera han florecido los escándalos de la administración Obama, y no parece que se vayan a marchitar muy pronto.

Uno que sin duda no va a desaparecer, particularmente debido a los bochincheros medios derechistas, es la revelación de que funcionarios del IRS discriminaron, con escrutinio y auditorías adicionales, a grupos de extrema derecha, remanentes del Tea Party. La única defensa de Obama parece tener es que él no sabía lo que estaba ocurriendo.

La indignación derechista sobre la mala conducta del IRS está llena de hipocresía. Estas organizaciones, a menudo falsos grupos de base apoyados por multimillonarios como los hermanos Koch, toman ventaja de lagunas impositivas para canalizar dinero a campañas políticas. Uno de los trucos favoritos es aceptar donaciones ilimitadas, y sin tener que revelar sus donantes, las redirigen a comités de acción política.

Sin embargo, el IRS tiene una larga historia de acciones políticamente motivadas, más a menudo contra grupos de izquierda. Por ejemplo, en 2006, el IRS, bajo el mando de George Bush, amenazó a una iglesia liberal, la Iglesia Episcopal de Todos los Santos en Pasadena, California, con la pérdida de la exención de impuestos porque su pastor comenzó a predicar contra la guerra. Durante el mismo período, las iglesias conservadoras rutinariamente traían oradores a favor de la guerra a sus púlpitos.

Otro escándalo que golpea a la administración Obama evoca ecos de Watergate. La Associated Press anunció el mes pasado que el gobierno le informó de un masivo y secreto cateo del registro telefónico de sus periodistas, en el marco de la investigación de una fuga relacionada con la participación de la CIA en frustrar un complot, basado en Yemen, para bombardear un avión de pasajeros.

El FBI secretamente obtuvo dos meses de registros de más de 20 líneas telefónicas, incluyendo teléfonos de hogar y celulares, de reporteros y editores en AP. Más tarde fue revelado que las comunicaciones con al menos un reportero de Fox News y un periodista del New York Times también fueron incautadas en el marco de las investigaciones de otras fugas.

Las autoridades afirman que la Casa Blanca no estuvo directamente involucrada en la investigación, pero el fiscal general Eric Holder mismo firmó la orden de cateo telefónico, dejando pocas dudas de que este espionaje fue sancionado a los más altos niveles de la administración.

La Casa Blanca dice que investigará si los cateos fueron demasiado lejos. Pero teniendo en cuenta los últimos cuatro años, ¿quién confía en el gobierno? Entre otros, la administración Obama ha lanzado un ataque a gran escala contra quien denuncie los abusos del gobierno, el más prominente, Bradley Manning, quien enfrenta un consejo de guerra y posible cadena perpetua por su papel en denunciar crímenes de guerra en el sitio web WikiLeaks.

Y Obama parece decidido a superar a la administración Bush en ampliar los poderes de vigilancia del Estado. Según un artículo del New York Times, la administración apoyaría una reforma a las leyes de vigilancia del FBI que "podría hacer más fácil escuchar comunicaciones telefónicas a través de la Internet". Parte de la propuesta permitiría multar a las compañías, $25.000 por día, si no cumplen con las órdenes federales de espionaje, lo que asegura la obediencia de los proveedores.


CON TODO esto, sería un error ver el discurso de Obama sobre la "guerra contra el terror" como un importante cambio de curso para la administración.

En su discurso, Obama dijo, entre otras cosas, que la guerra contra el terrorismo es "insostenible para una democracia y debe llegar a su fin en un futuro no muy lejano". Estas declaraciones llevaron al New York Times a escribir una adulatoria editorial, publicada en la Internet sólo unos minutos después del discurso de Obama:

El discurso del presidente Obama... fue la declaración más importante en la política antiterrorista desde los ataques del 2001, un hito trascendental en EE.UU. post-9/11. Por primera vez, un presidente declaró de manera clara e inequívoca que el estado de guerra perpetua que comenzó hace casi 12 años es insostenible para una democracia y debe llegar a su fin en un futuro no muy lejano.

Pero, como el columnista del Guardian Glenn Greenwald comentó, la línea del Times en el discurso fue pre-envasada, cortesía de la administración Obama misma:

¿Cómo, el NYT, fue capaz de publicar una editorial tan detallada y extensa acerca del discurso de Obama, casi inmediatamente después de su fin? Claramente, algún funcionario de gobierno les dio un borrador, alimentándoles exactamente el mensaje que la Casa Blanca quería que ellos comieran. Y se lo comieron todo. Como un abogado de libertades civiles me dijo, los editores del NYT fueron truqueados, no a pesar del acceso especial que tienen, sino a causa de ello.

Por encima de todo, fueron truqueados porque querían, porque como tantos otros progresistas que están ansiosos de ver a Obama a la luz en que originalmente lo vieron. A nadie le gusta creer que fueron hechos tontos o engañados, o haber apoyado con entusiasmo a un político que hace cosas que ellos encuentran horribles.

Es por eso que un mero discurso, lleno de todo tipo de mensajes contradictorios, lleva a los editores del NYT a casi declarar que Obama ha terminado heroicamente la guerra contra el terror; a pesar de que tan sólo una semana antes, uno de sus altos funcionarios militares dijo al Senado que la guerra iba a durar por lo menos una o dos décadas más.

De hecho, al analizar el contenido del discurso de Obama, apenas hace un alejamiento de la política y autoridad presidencial de la "guerra contra el terror" que Obama mismo amplió durante su mandato.

Mientras Obama sugirió que los ataques con aviones no tripulados deben ser reducidos, por ejemplo, también declaró que todavía son usados contra combatientes extranjeros que han sido sometidos al mismo tipo de escrutinio que el clérigo musulmán radical Anwar al-Awlaki fue sometido. Obama tuvo el descaro de afirmar que no cree que "sería constitucional para el gobierno apuntar y matar a un ciudadano de EE.UU., con un avión no tripulado o una escopeta, sin el debido proceso".

Tal afirmación es risible. Al-Awlaki nunca fue juzgado ni condenado antes de que Obama diera la orden secreta para asesinarlo, y su hijo y otras dos personas se convirtieron en daños colaterales.

El periodista izquierdista Jeremy Scahill, cuya nueva película y libro Dirty Wars expone la carnicería infligida durante la "guerra contra el terror" de Bush y Obama, dijo a Jake Tapper, de The Lead de CNN:

Mi reacción al discurso del presidente es que en realidad es sólo un cambio de nombre de las políticas de la era Bush, con un poco de jerga legal muy bien articulada por nuestro presidente, profesor de derecho constitucional y ganador del Premio Nobel de la Paz. Pero efectivamente, Obama ha declarado que el mundo es un campo de batalla y se reserva el derecho de bombardear países en la búsqueda de personas contra las que no tenemos pruebas directas o que no estamos buscando acusar.

Como Greenwald señaló, el discurso de Obama en última instancia, puede ser leído de una manera por progresistas (una reducción de la "guerra contra el terror") y de otra por los conservadores (como una afirmación de que la "guerra contra el terrorismo" continuará). "No importa lo bien que haga sentir a algunos ansiosos progresistas ", concluye Greenwald, "es imposible racionalmente evaluar el futuro de la postura de Obama sobre la guerra contra el terrorismo, el secreto y las libertades civiles sino por sus acciones".

Barack Obama ha probado con sus acciones, por más de cuatro años, que está comprometido con la defensa de los intereses imperiales de Estados Unidos y en defender el estatus quo político, no importa que las libertades civiles o los derechos humanos puedan ser violados. No hay razón para creer que un hombre cuya administración ha ampliado el poder ejecutivo de manera más agresiva que Bush, de repente, cambiará de rumbo.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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