Frenando la revolución

May 27, 2011

A pesar de los halagos y las porras que recibió, el discurso de Barack Obama acerca del Medio Oriente dejó en claro que EE.UU. no es amigo de la Revolución Árabe.

BOMBAS Y sobornos, promesas y amenazas. Esa es la fórmula que Barack Obama tiene para descarrilar las revoluciones en el mundo árabe y mantener la región bajo el dominio norte-americano.

Por supuesto, el presidente no lo puso de esta manera en su discurso de política exterior estadounidense en el Medio Oriente y África del Norte, dado en respuesta a las revoluciones en Túnez y Egipto y la rebelión en curso en toda la región el 19 de mayo en el Departamento de Estado.

En cambio, Obama buscó retratar Estados Unidos como el campeón del poder popular. Él reconoció que "hemos aprendido, de nuestra experiencia en Irak, qué tan costoso y difícil es imponer un cambio de régimen por la fuerza--no importa las buenas intenciones". Seguro, George W. Bush tenía "buenas intenciones" para realizar la conquista imperial de Irak, la que costó un estimado de 1 millón de vidas iraquíes, y miles de soldados americanos muertos y muchos más mutilados.

Pasando rápidamente por Irak, Obama posó como el campeón de la autodeterminación palestina, llamando por la creación de un estado palestino basado en las fronteras de Israel de 1967. Y luego retrató las revoluciones en Túnez y Egipto en la tradición revolucionaria estadounidense:

Barack Obama delivering his speech on the Arab Spring and the Palestine-Israel conflict

Para el pueblo americano, las escenas de rebelión en la región pueden ser perturbadoras, pero sus fuerzas motrices le son familiares. Nuestra propia nación fue fundada por una rebelión contra un imperio. Nuestro pueblo luchó una dolorosa guerra civil que extendió la libertad y la dignidad a los que estaban esclavizados. Y hoy yo no estaría aquí si no fuera por las generaciones pasadas que convirtieron la fuerza moral de la no violencia en una forma de perfeccionar nuestra Unión--organizando, marchando, protestando pacíficamente para hacer realidad aquellas palabras que nuestra nación declaró: "Sostenemos estas verdades ser evidentes por sí mismas, que todos los hombres son creados iguales..."

Esas palabras deben guiar nuestra respuesta al cambio que está transformando el Medio Oriente y África del Norte--palabras que nos dicen que la represión fallará, y que los tiranos caerán, y que cada hombre y mujer está dotado de ciertos derechos inalienables.

"¿Los tiranos caerán?" "¿Derechos inalienables?" Hosni Mubarak de Egipto gobernó por 30 años con un interminable estado de emergencia, elecciones amañadas, prohibición de protestas, tortura sistemática y prohibición de sindicatos independientes--todo financiado por más de $1 mil millones al año en ayuda del gobierno estadounidense.

Igual en Túnez, donde el corrupto y brutal régimen de Zine El Abidine Ben Ali recibió un flujo constante de fondos de Washington--y París--como aliado confiable en la "guerra contra el terror". Estados Unidos cortó con Mubarak y Ben Ali sólo cuando la Casa Blanca, la CIA y el Pentágono llegaron a la conclusión de que el auge revolucionario barrería con sus clientes, sí o sí.


¿Y QUÉ acerca de Libia? ¿No apoyó EE.UU. finalmente el lado correcto de la revolución, respondiendo al llamado de los rebeldes temerosos de una masacre a manos de las fuerzas del coronel Muammar al-Gadafi? "Si no hubiéramos actuado, junto con nuestros aliados de la OTAN y de la región, miles hubieran muerto", dijo Obama en su discurso.

En realidad, EE.UU.--que hasta entonces había contado a Gadafi entre sus aliados en la "guerra contra el terror" y un importante proveedor de petróleo--actuó sólo cuando la situación parecía salirse de control, amenazando cortar el suministro de petróleo libio y enviar una ola de refugiados a las costas europeas.

Lo que fue presentado como un limitado ataque aéreo de la OTAN para proteger a civiles en la ciudad de Bengasi, pronto se reveló como una intervención abierta, con agentes de la CIA en Libia, apoyo a un gobierno rebelde afín a los intereses occidentales, y un explícito llamado por el derrocamiento de Gadafi.

Pero eso no hace a Estados Unidos la partera de la revolución libia. Al contrario, el llamado estadounidense por un cambio de régimen es una invitación a la élite gobernante libia a deshacerse de Gadafi y llegar a un acuerdo con Occidente, o enfrentar la efectiva partición del país, con un estado cliente en Bengasi, mientras el poder aéreo de la OTAN golpea los bastiones del régimen de Gadafi en Trípoli.

Y mientras abiertamente intenta derrocar a Gadafi, Washington da a la sangrienta monarquía de Bahréin, bueno... un tratamiento real.

Un estado satélite de Arabia Saudita y el hogar de la 5ª Flota de EE.UU., Bahréin ha por mucho tiempo reprimido a la mayoría chiita, mientras que la élite sunita se ha hecho increíblemente rica. Pero cuando las revoluciones de Egipto y Túnez inspiraron un movimiento no-violento pro-democracia a tomar las calles, las fuerzas de seguridad de Bahréin, respaldados por el ejército saudita, limpiaron las calles a balazos.

Pero ese fue sólo el comienzo de la represión. En las últimas semanas, las autoridades de Bahréin han llevado a cabo arrestos masivos, tortura sistemática, despidos masivos de chiitas de sus puestos de trabajo, y pogromos en su contra, dejando sus mezquitas y barrios en ruinas. Y todo esto está ocurriendo, literalmente, bajo la mirada del ejército americano en Bahréin.

En la era de la Internet y de Al Jazeera, Obama no pudo ignorar por completo esta represión. "Por la credibilidad de América, debemos reconocer que a veces nuestros amigos en la región no han reaccionado a las demandas por un cambio consistente", dijo el presidente, nombrando a Yemen y Bahréin.

Pero no hubo ruido de sables o amenazas de sanciones para el gobierno de Bahréin. Sólo la amable sugerencia de "crear las condiciones para el diálogo, [donde] la oposición debe participar para forjar un futuro justo para todos los Bahreiníes".

En cuanto a Yemen, Estados Unidos ha apuntalado el régimen de Ali Abdullah Saleh, a pesar de semanas de masivas protestas y su violenta represión. EE.UU. parece estar trabajando, junto a los emiratos del Golfo, para sacar a Saleh gradualmente, tratando de evitar que Yemen se convierta en la última victoria de la revolución y dé un nuevo impulso a la rebelión regional.

Así, habiendo invertido en el régimen de Saleh $300 millones por año, incluyendo $170 millones en asistencia militar, Washington quiere mantener intactas las fuerzas de seguridad yemeníes para un gobierno post-Saleh. He aquí la leve reprimenda verbal de Obama en su discurso: "El presidente Saleh debe cumplir con su compromiso de transferir el poder".

Mientras más apoyo EE.UU. da a Saleh, más polarizada la situación en Yemen se hace, gracias al movimiento de masas de los pobres que amenaza a todos los hombres fuertes que a EE.UU. le gustaría ver tomar el timón en Yemen.

En Siria, largamente vilipendiado por Washington como un "patrocinador del terrorismo", EE.UU.--junto a Israel--ha tácitamente apoyado el régimen de Bashar al-Assad en contra de un masivo movimiento por la democracia.

Temeroso de que un gobierno democrático en Siria inspire aún más la lucha anti-imperialista y anti-colonialista en la región, la administración Obama se quedó notoriamente en silencio cuando las fuerzas armadas sirias dispararon contra los manifestantes desarmados, sitió las ciudades con toda la artillería, y detuvo y torturó miles de manifestantes.

Fue sólo cuando el movimiento democrático ya tambaleaba por la represión que EE.UU. agudizó su retórica contra Siria. Pero en lugar de ser blanco de un misil de la OTAN, Assad recibió una advertencia de Obama, algunas limitadas sanciones y un llamado a "iniciar un diálogo serio para avanzar en una transición democrática".


EN ESENCIA, lo que Obama hace es tratar de cambiar la imagen de EE.UU. de arrogancia militar a una de solidaridad con las revoluciones democráticas. "No debe haber duda alguna de que los Estados Unidos de América acogen con satisfacción el cambio que avanza la libre determinación y la oportunidad", dijo.

Pero incluso en este ejercicio de relaciones públicas, partes de la real política exterior de EE.UU. se dejan ver como la punta de un iceberg. De acuerdo con el discurso de Obama, un futuro Estado palestino debe basarse en "intercambios de tierra" con Israel--lo puede significar que los colonos israelíes obtengan las mejores tierras y el agua de Cisjordania, mientras los palestinos permanecen fuera de su patria.

Obama no hizo mención del derecho de los palestinos a retornar--hasta aquí llegaron esos "Derechos inalienable". Y cuando Obama se reunió con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para discutir las propuestas de la Casa Blanca, el presidente tuvo que sentarse y observar cómo Netanyahu rechazaba, frente a los medios de comunicación del mundo, el "compromiso" pro-israelí de Obama.

Sobre todo, Obama dejó en claro que Estados Unidos sigue siendo el jefe de la región y un aliado leal a los regímenes represivos, como el de la familia real saudí. "Como lo hicimos durante la Guerra del Golfo, no vamos a tolerar la agresión fronteriza, y vamos a mantener nuestros compromisos con nuestros amigos y socios", dijo Obama.

El discurso también contenía una destacada mención del asesinato de Osama bin Laden, con la implicación que la "guerra contra el terror" americana sirve los mismos intereses que los movimientos revolucionarios democráticos del mundo árabe y musulmán. De hecho, EE.UU. quiere seguir utilizando la "guerra contra el terror" como un pretexto para llevar a cabo sus intervenciones militares en cualquier parte del mundo.

Es por eso que la Casa Blanca se ha mantenido callada mientras los republicanos de la cámara baja añaden un lenguaje al proyecto de ley de autorización de gastos de defensa que, como el ex representante republicano Bob Barr escribió, le da un cheque en blanco a EE.UU. para la intervenir militarmente contra "objetivos terroristas":

Lo que este lenguaje hace es dar a la administración Obama y sus sucesores permiso anticipado para usar la fuerza militar contra un grupo de presuntos terroristas, o incluso el país que les dé refugio, en base a una arbitraria y supuesta asociación con al-Qaeda o los talibanes. Si bien la administración Obama no ha pedido estos amplios poderes, tampoco ofrece una firme oposición.

Así que si más bodas en Afganistán, Pakistán y Yemen son bombardeadas por aviones no tripulados como consecuencia de los ataques contra "objetivos de alto valor"... amén.

Por último, la oferta de Obama de ayuda económica a Egipto y Túnez es en realidad un esfuerzo por atrapar a esas economías en políticas neoliberales hechas a la medida de las corporaciones occidentales. El modelo para esta iniciativa, dijo Obama, son los programas usados __en Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín--esfuerzos que hicieron esos países en economías de bajos salarios dominadas por Occidente.

Ahora Obama quiere repetir ese proceso en el Medio Oriente, declarando "abrir la puerta para esos países que adopten altos estándares de liberalización comercial para construir un acuerdo de comercio regional".

El intento de EE.UU. de limitar el ascenso revolucionario con zanahorias y garrotes no es nada nuevo. Después de la Primera Guerra Mundial, el presidente demócrata Woodrow Wilson, quien llevó a EE.UU. a la masacre de la guerra de trincheras para "hacer el mundo un lugar seguro para la democracia", buscaba en realidad abrir nuevas áreas del mundo a la influencia estadounidense.

Las palabras de advertencia del entonces periodista revolucionario y fundador del Partido Comunista de EE.UU., John Reed, son una vez más oportunas para una nueva generación de revolucionarios en el Medio Oriente.

El Tío Sam nunca da algo por nada. Él viene con un saco lleno de heno en una mano y un látigo en la otra. Cualquiera que acepte la promesa del Tío Sam a su valor nominal se encontrará con que debe pagar con sudor y sangre.

LA CONFERENCIA Socialismo 2011 que se llevará a cabo en Chicago entre el 1 y 4 de julio no podría tener un lema más adecuado: "Vientos de Revolución". A menos de medio camino y 2011 ya se asegura un puesto en la historia como un año de revolución y resistencia.

Desde enero, el Norte de África y el Medio Oriente han sido barridos por una ola de revueltas contra la tiranía y la opresión. Dos déspotas, en poder por décadas gracias al apoyo del gobierno estadounidense, han caído. Otros regímenes han tratado de sofocar la rebelión en una bañe de sangre, pero incluso así la resistencia sigue en aumento, desde Siria a Yemen a Argelia y más.

El mes pasado, la Primavera Árabe se extendió a España, donde las masas dijeron ¡Basta! al desempleo y la austeridad, y ocuparon las plazas centrales, al modo de las manifestaciones en la Plaza Tahrir en El Cairo. Grecia también ha sido el escenario de renovadas huelgas y protestas.

En Estados Unidos, el triunfalismo de los republicanos después de la victoria electoral de noviembre pasado se enfrentó a una rápida y furiosa respuesta en Wisconsin, cuando sindicalistas, estudiantes y activistas se tomaron el Capitolio en Madison, protestando la reaccionaria legislación antisindical del gobernador Scott Walker.

Por primera vez en años, tuvimos una idea del poder de la clase obrera en EE.UU.--y del potencial de las muchas pequeñas luchas y movimientos políticos, que a menudo pasan sin gloria, para unirse en un contra-ataque.

Por supuesto, ninguna de estas luchas--desde Egipto y Túnez a Madrid y Madison– ha marchado sin dificultades.

En Wisconsin, Walker retó las movilizaciones de masas y la ocupación de un mes del Capitolio y empujó su ley anti-sindical. Además desde entonces, dirigentes sindicales y funcionarios demócratas han conseguido alejar el movimiento de la protesta y la acción directa y desviarlo hacia las negociaciones y las elecciones.

Incluso en Egipto, el futuro de la revolución está siendo luchado semana a semana--con las fuerzas del viejo orden tratando de descarriar la rebelión contra con conflictos religiosos y la búsqueda de chivos expiatorios, mientras la izquierda intenta aumentar sus fuerzas para las batallas por venir.

En todo el Medio Oriente, los tiranos han aprendido que su única esperanza es desatar la represión. Y Estados Unidos, cuyo dominio de la región fue sacudido por la caída de Ben Ali y Mubarak, está reafirmando su poder en un esfuerzo para detener la Primavera Árabe--más obviamente con el no-tan-humanitario asalto sobre Libia para establecer un régimen pro-occidental en el corazón de la región.


LAS REBELIONES del 2011 muestran el potencial de consolidar una alternativa radical al statu quo--desde el Medio Oriente asiático a el Medio Oeste americano--lugares estos que no se consideraban exactamente maduros para la política de izquierda. Pero tomar los próximos pasos en la construcción de esa alternativa requerirá una izquierda más fuerte y un revitalizado movimiento socialista internacional.

Ahí es donde eventos como Socialismo 2011 entran. La conferencia, copatrocinada por SocialistWorker.org, será un foro donde activistas se reunirán y discutirán las urgentes preguntas que hoy enfrentamos--aprendiendo lo que la tradición socialista y la historia del movimiento obrero nos pueden enseñar acerca de sus respuestas.

Una pregunta en la mente de todos, por supuesto, es el futuro de las revoluciones árabes. Dos testigos del alzamiento egipcio, Ahmed Shawki y Mostafa Omar, cuyos reportes y análisis aparecieron en SocialistWorker.org, conducirán sesiones abordando la revolución contra de Mubarak y su futuro.

A ellos se unirá Glenn Greenwald, de Salon.com y uno de los más abiertamente críticos a la máquina militar americana, su violencia y la represión en el extranjero y en el país. Greenwald hablará sobre la guerra contra las libertades civiles en Estados Unidos, con un especial enfoque en la forma que esa guerra ha tomado de Bush a Obama.

¿A dónde se dirige la lucha en Wisconsin? Dos destacadas voces de la recién formada coalición de activistas Resiste Wisconsin, Eric Cobb y Sam Jordan, hablarán sobre el futuro de esa lucha.

Habrá mucho más acerca de la lucha de clases en Estados Unidos, los desafíos que nuestro movimiento enfrenta y cómo podemos comenzar a resistir. Lee Sustar de SocialistWorker.org esbozará la escala de la ofensiva de la clase dominante en la charla "Crisis y lucha de clases en la era de la austeridad". Para una discusión sobre el papel de los socialistas en las luchas obreras podremos escuchar "El marxismo y los sindicatos" con Larry Bradshaw.

El 2011 también ha visto la agitación de un nuevo movimiento por los derechos de la mujer, decidido a desafiar las mentiras de la derecha sobre sus derechos reproductivos, la violencia y la actitud de culpar la víctima. Elizabeth Schulte y Rachel Cohen, dos escritores conocidas a través de este sitio web, conducirán las charlas "El lugar de una mujer está en la Revolución" y "Cultura Raunch: El nuevo sexismo".

La lucha por Palestina ha alcanzado a una nueva escala, con enormes protestas el mes pasado en las fronteras de Israel para conmemorar el aniversario de Nakba y un nuevo esfuerzo por activistas solidarios para romper el cerco de Gaza previsto para finales de este mes. El activista palestino Omar Barghouti viajará desde Cisjordania para hablar sobre su nuevo libro Boicot, Desinversión y Sanciones: La lucha global por los derechos de los palestinos. También, en esta crucial cuestión para la izquierda, la autora y activista Sherry Wolf desmantelará "Los mitos del Sionismo".

Las luchas y los movimientos de hoy son parte de una rica historia de resistencia. Una de las imágenes más icónicas de nuestro pasado es el puño levantando en los Juegos Olímpicos de 1968 por John Carlos y Tommie Smith. Carlos, cuyas memorias serán presentadas en Socialismo 2011, se une al columnista deportivo de The Nation y autor Dave Zirin para hablar de "Deporte y Resistencia". Zirin también proyectará la película basada en su reciente libro No sólo un juego.

Hay mucha más historia que aprender en Socialismo 2011. Sharon Smith, autora de Fuego Subterráneo: Una historia del Radicalismo de la Clase Obrera en Estados Unidos, hablará sobre "La Huelga General en la historia de EE.UU.". Y Paul D'Amato, autor de El significado del Marxismo, presentará sobre el destino de la Revolución Rusa de 1917 y de cómo sus líderes más conocidos, Lenin y Trotsky, lucharon para detener la llegada al poder de Stalin, quien presidió sobre el desmantelamiento de la primera experiencia real de poder obrero.

Aquellos buscando discutir la teoría marxista pueden participar de la presentación de Bill Keach sobre "La teoría de Marx del materialismo histórico", o la explicación de Jen Roesch sobre "El concepto marxista de base y superestructura", o las dos sesiones sobre el Capital de Marx, una por Petrino Di Leo y otra por Thier Hadas.

Estas son sólo algunas de las más de 100 charlas previstas para Socialismo 2011. Pero la conferencia es siempre mucho más que sus oradores. Es una oportunidad para activistas de todo el país compartir y comparar experiencias, dentro y fuera de las sesiones. Es una oportunidad para los socialistas para discutir las cuestiones donde no estamos de acuerdo, y para entender mejor cómo presentar las ideas que todos estamos de acuerdo.

Estas son todas críticas partes de la reconstrucción de la izquierda y el movimiento socialista, mientras nos preparamos para los próximos pasos en la lucha por el futuro.

Puedes averiguar más acerca de Socialismo 2011 en www.socialismconference.org. Esperamos que los lectores de SocialistWorker.org se unan a nosotros en Chicago--este es un evento que no se puede desaprovechar.

La conferencia se realizará en inglés, pero habrá traducción al español disponible provista por los voluntarios de la Organización Socialista Internacional.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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